Una noche con los dueños de la noche. Pasada la medianoche lluviosa, los seis equipos de recolectores de la Dirección Municipal N1, ubicada en el Barrio Sur frente al cementerio, se preparan para salir a recoger los residuos de Marcos Juárez.
Hasta ese punto de partida llego con el visto bueno del encargado de Parques y Paseos, Jorge Dantonio, que acepta, amablemente, mi pedido de sumarme a los dueños de la noche.
Las Direcciones en la ciudad son dos, la N2 está ubicada en el barrio Villa Argentina, zona norte, y se encarga de la juntar los desechos de dicho barrio, Puerto de Palos y El Panal.
Arribé a su punto de encuentro alrededor de las 23 50 y me dirigí al encargado de la dirección, Polo. Él ya había sido avisado por Dantonio entonces me invitó a pasar a su oficina a tomar mates con algunos de los empleados. Yo preferí quedarme afuera para observar cómo eran los preparativos previos a la salida y poder charlar con algunos de los recolectores que estaban alistando los vehículos.
De los seis equipos listos para partir, dos se dirigieron a la Zona Sur de la ciudad y los otros cuatro al Centro. Eran 18 los empleados que salieron a “adueñarse de la noche marcojuarence” par que, al día siguiente, todos tengamos la ciudad limpia.
Yo me subí a la compactadora junto a Emanuel, flaco de estatura mediana, de 22 años y oriundo de Leones que viaja todas las noches para trabajar en la ciudad. Nuestro recorrido comenzó con una “tirada” por Irigoyen, desde Beiro hasta Fuerza Aérea, que luego continuo por Sáenz Peña y así sucesivamente hasta la ruta.
Intenté realizar la labor de juntar bolsas con los dos compañeros que iban atrás del vehículo pero fracase al poco tiempo, entonces volví junto al chofer. Llevaba puesta botas de goma que me impedían moverme con facilidad. “Lo único que sirve son zapatillas. Y no importa si llueve o no”, me dijeron los muchachos. Además, es muy costoso seguirles el ritmo. Hay que correr todo el tiempo.
A su vez, me explicaron algunas técnicas para agilizar el trabajo. Una de ellas es colgar la mayor cantidad de bolsas por dedo; entran cinco aproximadamente. Otra es que en el comienzo de la calle se baja uno y se encarga de juntar toda la cuadra. Realiza una “montaña” de desechos en la esquina para que cuando el vehículo viene de vuelta, frene una sola vez.
Pasada una hora del recorrido se tomaron su merecido descanso. Frenamos en el quiosco de calle 9 de Julio e Irigoyen por una coca. El vehículo no podía apagarse ya que luego era costoso arrancarlo nuevamente. Entonces decidieron estacionarlo en un lugar donde no molestase a nadie. En nuestra parada charlamos de varias cosas; ellos me preguntaron porque decidí acompañarlos, a que me dedico, de que cuadro soy y demás. También planearon lo que venía de manera detallada para no perder tiempo.
La segunda y ardua parte de la labor ya había comenzado y fue ahí cuando Emanuel me habló del compañerismo y los códigos que existen entre ellos. “Si un equipo termina antes que otro, nos avisamos por Whaatsap y vamos a ayudarlos. De esa manera terminamos todos más rápido”, dijo. Un dato de color fue que en un momento había muchos residuos en una esquina por lo que el chofer decidió poner el vehículo de culata y bajarse a ayudar a los dos de atrás.
Muchas veces suelen los recolectores encontrar productos que son valuables para ellos, entonces lo que hacen es dárselos al chofer para que los lleve consigo en la cabina. Una vez finalizado su labor, se los llevan a su casa.
Emanuel también me comentó que no hay que tener vergüenza para hacer lo que ellos hacen. “A lo mejor pasamos por un restaurante y están todos bien vestidos y nosotros así no más juntando basura. Eso no tiene que importarnos”.
Algo muy importante y que me alegro mucho fue que, si bien hay mal educados que los insultan o menosprecian, hay otros, en mayor cantidad, que los saludan y les emiten una sonrisa. Ellos hacen un trabajo que muy pocos de nosotros aguantaríamos.
Luego de tres horas junto a ellos, decidí bajarme del vehículo. Yo me iba pero ellos seguían. Tenían que terminar con las “tiradas” y después partir rumbo al basural donde dejaban todos los desechos. Si el día siguiente a la recolección es laboral, los dejan sobre una cinta que los separa para ser reciclados. Sino, son arrojados a las montañas.
Luego de esta experiencia, “los dueños de la noche” me enseñaron que si uno quiere trabajar y obtener su propio dinero, lo puede hacer. Ni el horario, ni las condiciones climáticas les impide nada. Ojalá, algún día, ellos sean respetados por toda la sociedad porque son los encargados de mantener limpia a toda la ciudad
Tomás Tassisto